La plaga de la comida precocinada

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La comida precocinada es una plaga. La comida que nos nutre, que nada tiene que ver con los productos comestibles que proliferan cada vez más en los supermercados tanto convencionales como ecológicos. 

Existe una diferencia bien grande entre llenar la barriga o nutrir el cuerpo que hace evolucionar nuestra alma.

 

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La semana pasada leí un artículo que hablaba sobre los productos comestibles, esos simulacros de la comida ideados científicamente, que suman componentes de toda clase (saborizantes, proteínas, espesantes, vitaminas, emulgentes, polisacáridos, endulzantes, modificadores de la textura, etc.), cuyo resultado final es un producto diseñado específicamente para disparar nuestros receptores de placer alimenticio, estimulándolos a base de grasa y azúcar o de textura crujiente y sabor salado.

En países como Gran Bretaña, si entras en un supermercado, las neveras de comida preparada al estilo casero (ensaladas con su verdurita cortada, macarrones boloñesa, tortillas de patata, albóndigas, carnes  y pescados aliñados listos para hornear o freír, todo tipo de comida étnica que podría ser saludable –hummus, falafel, tzatziki, sushis y makis, tallarines con verduras al wok, croquetas con jamón, etc-  y los congeladores rebosan de productos, todos metidos en varios envoltorios de plástico, listos para calentar al microondas o cocinar en 3mn.

Y estas neveras ya ocupan más de la mitad de la superficie de los supermercados de barrio.

Y muchas personas no sólo compran estos productos semi-fríos o descongelados para alimentarse con ellos sino que los vuelven a congelar. Porque, ¿para qué perder tiempo en la cocina si ya se pueden comprar hechos a un precio similar al de sus ingredientes + gastos de elaboración?

El sistema mismo tiende a absorber a través de las jornadas de trabajo cada vez más tiempo y cuando se llega a casa, la energía que queda para dedicar a la cocina es cada vez menor.Y la pescadilla se muerde la cola en un círculo de intoxicación que deriva en cansancio y reduce la vitalidad al mínimo: pseudo-alimentos o comestibles que no nutren adecuadamente, que sobrecargan el organismo de sustancias innecesarias tóxicas que le hacen trabajar por encima de sus posibilidades y lo agotan porque no poseen energía vital intrínseca, que crean tensión física y dispersión mental que  se van acumulando en el organismo a causa de esta  mala alimentación y de las cargas de la vida cotidiana mal llevadas, porque si no nos nutrimos adecuadamente se resiente todo: el cuerpo, las emociones y la energía vital.

Vamos a ver algunos ejemplos de cómo se elaboran los productos comestibles.

La lista de ingredientes sanos del pan (harina de trigo/centeno, levadura y sal) se completa en el producto comestible derivado (pan de molde) con aceite (en el mejor de los casos, girasol) y azúcar. Para redondear, emulgentes y conservantes. La pizza campestre lleva en la base, además de harina, levadura y sal, azúcar, aceite vegetal (de palma y otros en la mayoría de los casos) y dextrosa. En la cobertura de salsa de tomate lleva más azúcar y más dextrosa. La dextrosa es una presentación comercial de la glucosa, un azúcar.

Los productos comestibles son baratos y gustosos, lo malo es que todos saben más o menos a lo mismo, es decir a la mezcla de almidón, grasa vegetal, sal, azúcar y saborizantes. Sobre una base de comida real (por ejemplo, carne de pollo o atún) que no suele superar el 40% del contenido, se rellena el resto con productos industriales baratos como proteína de soja y jarabe de glucosa de maíz –ambos provenientes de cultivos transgénicos extensivos- y se obtiene un producto que dará grandes alegrías a los accionistas de las grandes empresas de alimentación.

Conforme iba desmigajando el texto del artículo sobre comestibles de supermercado convencional, desfilaban por mi mente imágenes de las neveras no de los grandes supermercados, donde la comida, a mi modo de ver ya no merece este nombre por lo adulterada que está por químicos, hormonas, pesticidas, modificaciones genéticas, etc. aunque no se trate de los productos comestibles citados anteriormente, sino que mi “click” mental fue automático hacia las neveras de los supermercados ecológicos y herbolarios donde compro habitualmente, los cuales están incorporando cada vez más simulacros de la proteína animal en versión bio, sin pesticidas ni químicos y con saborizantes naturales, claro.

Afortunadamente, el sector de la población que está tomando consciencia de la necesidad de nutrirse adecuadamente es cada vez mayor y la venta de alimentos y productos ecológicos está en alza.

Afortunadamente, se suele tomar consciencia de la importancia que tiene la calidad de la alimentación después de padecer secuelas de una dieta deficiente, vida con estrés, o algún problema de salud más o menos grave.

Y la industria ecológica lo sabe.

Y también sabe cómo copiar y vender al modo ecológico con el lema de saludable, comestibles elaborados con productos de mejor calidad, pero al fin y al cabo, imitaciones de la proteína animal que nutricionalmente están muy lejos de lo que aporta la proteína animal –en versión ecológica, claro- No me refiero a proteína vegetal como el tempeh, seitan o tofu sino a los quesos en lonchas veganos que son pura grasa (aceite de coco), hamburguesas y croquetas de todo tipo, hechas con cereal integral, legumbres e ingredientes naturales pero que llevan meses envasadas al vacío en el paquete y en una nevera, leches vegetales a base de cereal que son agua a precio de oro pues sólo llevan un 14-17% de cereal, y en fin, a todos los productos de comida rápida que vemos habitualmente cuando vamos a comprar a herbolarios de cierta envergadura.

Y a veces me da que pensar que el año pasado, la empresa de productos ecológicos Sorribas-Biográ se vendió a  Idilia Foods y hace unos meses, Vegetalia se ha vendido a Ebro Foods.

Impacto de los derivados de la comida en la salud y en el medio-ambiente.

Comer unas salchichas de tofu ecológicas de vez en cuando no supone ningún peligro, pero me preocupa que, siguiendo el modelo de los supermercados convencionales,  estos productos estén ahí para sustituir la comida de verdad. No la proteína animal, de la que se puede prescindir perfectamente si se lleva una dieta equilibrada, sino el cereal en grano, las legumbres, las verduras y frutas frescas de cultivo local y de temporada, los frutos secos, semillas, algas, aceite de oliva de esta tierra, las plantas aromáticas y hierbas silvestres que abundan en el campo y que ya casi nadie reconoce ni conoce sus usos medicinales.

Me preocupa que las personas, cansadas por un ritmo de vida acelerado, exigente, sobrehumano prefieran comprar su comida preparada (eso sí, ecológica, y, nótese la ironía, “para cuidarse”) que cocinarla en sus casas, para ahorrar media hora que emplearán en mirar la tele o conectarse a facebook, o… simplemente reconfortarse en el sofá delante de sus comestibles ecológicos que han calentado en el microondas.  Porque a menudo la falta de información o la información manipulada por el marketing no ayuda a cambiar de hábitos en la dirección adecuada. Las personas que hoy día hemos instaurado nuevos hábitos alimenticios y nos hemos limpiado, fortalecido e incluso cambiado nuestro carácter cambiando de alimentación, hemos pasado por un proceso de reeducación que a menudo ha implicado estudiar nutrición y hacer acopio de una gran fuerza de voluntad para no recaer en el consumo de alimentos “antiguos”. Hace más de 24 años, cuando yo misma pasé por este proceso de cambio, no existían supermercados ecológicos y en las herboristerías de barrio sólo se encontraban alimentos de primera necesidad. Y considero que esto ha sido un privilegio porque así era más difícil caer en la tentación de consumir comestibles ecológicos en vez de alimentos integrales.

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Los alimentos integrales y frescos como el cereal en grano, las legumbres, las verduras y frutas frescas de cultivo local y de temporada, los frutos secos, semillas, algas, aceite de oliva de esta tierra, las plantas aromáticas y hierbas silvestres, cocinados conscientemente nutren en profundidad y llenan de energía, Los comestibles favorecen y ocasionan acidificación, acumulación tóxica (en todas sus versiones) y  desmineralización. Entonces, la condición de debilidad energética se acumula y presenta las siguientes manifestaciones:

Pérdida importante y significativa de peso.

Frecuente exceso de peso y movimiento lento y pesado.

Todo parecen tareas imposibles de acometer.

Sensación de debilidad generalizada.

Falta de ganas y de vitalidad. Tendencia depresiva.

Dificultad para la concentración.

Pérdida continuada de masa muscular.

Rigidez en el cuerpo y estado general de tensión.

Debilidad del sistema inmunitario (tendencia enfermiza).

Exceso de sensibilidad y tristeza habitual sin razón aparente.

Aletargamiento y sensación permanente de frío interno….

También me preocupa que las empresas con sello ecológico, en su afán de ganar dinero estén entrando en esta rueda de comercio tan poco ética. Evidentemente dirán que estos productos simulacros de la proteína animal en versión vegana, croquetas y hamburguesas  desvitalizadas y demás productos prescindibles  son de consumo ocasional y complementario a los alimentos integrales que han de ser la base de una alimentación equilibrada, pero esta no es la realidad que a diario leo en los foros veganos, en los que los comentarios de entusiasmo y felicidad proliferan cada vez que una cadena de supermercado multinacional lanza un nuevo producto vegano, en su mayoría comestibles, hechos con una base de soja, féculas o albumina de huevo + saborizantes químicos, almidones  y azúcar y que, en su mejor versión,  los compran en tiendas especializadas veganas donde hay chorizos, quesos de todos tipo y  hasta langostinos veganos, hechos con polvo de Konjac, almidón, azúcar, sal, pimentón., que se comerán en vez de los alimentos integrales  y genuinos que ya no cabrán en la barriga si ésta se llena de comestibles, porque saciarán el hambre y no aportarán los nutrientes y la energía imprescindible para  funcionar de manera óptima y evitar carencias.

Sé que con estas palabras estoy atentando contra la libertad de uso que cada cual quiere hacer de su tiempo, dinero y estómago pero este es un estilo de alimentación que aboca al sufrimiento. Esto no es vida, esto no es comida, esto no es nutrir el cuerpo para hacer evolucionar el alma. Y esto no es ético pues estas empresas son las que mayor sufrimiento animal y medio-ambiental causan.

También sé que estoy mezclando comestibles de supermercado que son infames, con comestibles veganos y comestibles ecológicos, cuyos ingredientes son de mejor calidad pero lo hago porque a medio o largo plazo su efecto en el organismo será similar porque ninguno de ellos va a proporcionar la energía vital que se necesita para estar bien.  La alimentación orientada únicamente a los sentidos resulta un gran obstáculo para la salud y evolución humana. Durante años y años de nuestra vida, hemos recibido el entrenamiento adecuado para comer en función de la satisfacción de los sentidos, olvidando los valores nutritivos y el cuidado de la condición de la salud personal.

Comprender, hoy en día, cómo los sabores de los productos comestibles y de la comida preparada pueden llegar a ser tan “necesarios” y tan “adictivos” requiere analizar factores diversos, como: los aditivos, los condimentos, los conservantes y los saborizantes empleados, así como las técnicas empleadas de publicidad, de marketing, de presentación etc, Curiosamente todos ellos factores que pretenden la satisfacción de los sentidos como lo primero y lo más importante (cuando no lo único). Pero dicho modelo sensitivo está basado en una facultad de juicio inferior, con el comer mecánicamente y para la mera satisfacción. Como principio se tiene que aceptar que, si se toman alimentos de baja calidad nutricional, energética o  vibracional,  que son agresivos con el medio ambiente interno de la persona y también con el medio ambiente externo, el ser humano que se desarrolla es también de baja vibración energética.

Es fundamental recuperar el hábito de cocinar a diario en casa. Es fundamental renunciar a los productos en serie (sí, en serie porque los tomates y las lechugas de los supermercados son todos iguales, los macarrones son todos iguales, los pescados son todos del mismo tamaño y con la misma carita),  adulterados por la industria agro-alimentaria para obtener beneficios a costa de nuestra salud y seguir lucrándose a nuestra costa a través de fármacos –Monsanto ha comprado Bayer- y Monsanto ha comprado diferentes cadenas de supermercados que están comprando distribuidoras de productos alimenticios.

Las hamburguesas, salchichas  veganas y los quesos veganos de paquete también están hechos en serie. Es fundamental renunciar a la comodidad inicial de comprar productos ecológicos precocinados y hacer acopio de fuerza de voluntad para ir a los fogones y preparar comida de verdad, que nos hace sentir felices y nos da lucidez y fuerza para vivir.

No son muchas las personas con la capacidad y la preparación necesarias para tomar la decisión de nutrirse para evolucionar su consciencia y desde ahí, evolucionar el inconsciente colectivo. Ni tampoco son muchas las que están dispuestas a cambiar la alimentación sensorial por una alimentación libre, nutritiva y sanadora. Para muchas otras es muy difícil tener el grado de libertad suficiente como para poder emprender el camino. La inmensa mayoría no están informadas correctamente. Pero cada vez somos más las personas que hemos cambiado nuestra vida a través del cambio de hábitos alimenticios y que podemos ser un ejemplo y contribuir al cambio de consciencia global. La persona que se alimente de una manera equilibrada y armonizada con la tierra, el medio ambiente, las estaciones, su propia condición personal, su propia naturaleza, el entorno donde vive, su circunstancias personales y su condición de ser superior con conciencia y libertad plena de elección, gozará de una salud física, mental, emocional y espiritual inquebrantable que puede emplear en perpetuar un sistema socio-económico  injusto o en crear alternativas sociales éticas, coherentes y más justas.

© Artículo escrito por Agnès Pérez. Todos los derechos reservados. Lo puedes compartir desde esta web. Si deseas difundirlo en otra web o revista, ponte en contacto conmigo.
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 Fuentes que han inspirado este articulo:

(1)   http://www.vidasostenible.org/informes/la-plaga-de-los-productos-comestibles/

(2)   Apuntes de Javier Iraola

(3)  Fotos de Empar Martínez de Camí de l’Horta

Agnès Pérez
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